miércoles, 31 de enero de 2018

LA DOCTRINA DE LOS DIEZMOS

INTRODUCCION
La doctrina de los diezmos en estos últimos tiempos ha sido muy atacada, la razón creo yo ha sido con el fin de atacar la obra de Dios en una forma directa.
Los que están en contra del diezmo alegan que esta doctrina se dio esencialmente para los que están bajo la ley y no para nosotros, y lastimosamente muchos hermanos cristianos han encontrado una razón según ellos para no dar.
Con este material lo que se quiere hacer ver es que el diezmo es antes de la ley, en la ley y después de la ley.
Las bases que se pone en esta doctrina es de la misma palabra de Dios, sin dar ninguna argumentación teológica ni mucho menos filosófica.
I. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
1.   ANTES DE LA LEY
a)   Abraham diezma. Antes de la ley de Moisés surge la figura de Melquisedec y esta es su breve biografía: dos veces se menciona a Melquisedec en el Antiguo Testamento, en Génesis 14:18 y en Salmos 110:4. Fue un antiguo rey y sacerdote "del Altísimo" Génesis 14:18. Después de una batalla salió al encuentro de Abraham para ofrecerle bondadosamente pan y vino. Como rey de justicia y de paz, Melquisedec se convirtió en eterno representante y cabeza del más excelso orden del sacerdocio levítico, y el libro de Hebreos presenta a Cristo como Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. La Biblia dice de él: "Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, el cual se encontró con Abraham cuando éste regresaba de la matanza de los reyes, y lo bendijo, y a quién Abraham le entregó el diezmo de todos los despojos, cuyo nombre significa primeramente rey de justicia, y luego también rey de Salem, esto es, rey de paz, sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo principio de días no fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote a perpetuidad. Considerad, pues, la grandeza de este hombre a quién Abraham, el patriarca, dio el diezmo de lo mejor del botín" (Hebreos 7:1-4). Aquí hay una gran lección, significa que ni el ministerio sacerdotal, ni el principio del diezmo fueron establecidos por la ley.
Cuando Abraham obtuvo una impresionante victoria sobre cuatro reyes, poderosos en su época, le sale al encuentro Melquisedec, Sumo Sacerdote del Altísimo. El patriarca entendió que toda victoria y toda provisión provienen de Dios, que si fue posible lograr tan grande victoria con un puñado de sirvientes fue porque el Dios Altísimo estuvo con él concediéndole una victoria que ni lógicamente ni militarmente parecía posible. Ahora él por gratitud y reconocimiento al Señor debía adorarle pero no bajo el impulso de una ley que lo obligara a hacerlo bajo castigo sino por una actitud que nació de un corazón agradecido. Bajo este orden o principio Abraham presentó a Dios los diezmos de todo lo que poseía. Y aquí surge una interrogante, ¿por medio de qué Abraham reconoce que Dios es digno de ser adorado por la provisión de victoria?, con sus diezmos, por supuesto. Nadie puede proclamar a los cuatro vientos que ama al Señor y que cumple con sus mandamientos si no lo está haciendo también con los diezmos y las ofrendas.
Ahora sabemos que la Biblia dice que Jesús el Señor es Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. Si Abraham en reconocimiento de la calidad de sacerdote del Dios Altísimo le entrega los diezmos de todo, ¿por qué no lo habremos de hacer nosotros con Cristo si pertenece a ese mismo orden para siempre? ¿Porqué no lo reverenciamos, adoramos, y le ministramos con el diez por ciento de todo lo que poseemos, de la misma forma que lo hizo Abraham? El hombre y la mujer que no quiere diezmar, buscará miles de excusas para no hacerlo, sin darse cuenta que está actuando neciamente revelando que tiene un mal en su vida que es el amor al dinero, raíz de toda enfermedad, calamidad, pobreza y maldición. No tiene importancia si ganas poco o mucho, si eres un obrero o un profesional. El principio sacerdotal de Cristo y del diezmo sigue siendo el mismo.
b)   Jacob diezma. Como hijos e hijas de Dios se tiene que formar en nosotros la conciencia de un diezmador, y esta conciencia se forma por medio del conocimiento de la Palabra de Dios y por la idea siempre latente de que toda provisión material y espiritual vienen de arriba, vienen de Dios, por eso reiteramos en este estudio que la actitud de diezmar y ofrendar nace antes de la ley. Primero fue Abel con su ofrenda de lo más gordo de su ganado, luego Noé cuando salió del arca y ofreció sacrificios de lo más limpio, y como hemos dicho, también Abraham y por estos ejemplos de vida en Jacob se forma una conciencia de diezmador, de tal modo que cuando él vive una experiencia sobrenatural con el Señor expresa: " He hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti". Jacob no estaba bajo la ley. La decisión de diezmar no surge en respuesta a una obligación, fue una respuesta a Dios al prometerle lo mismo que se le prometió a Isaac y a Abraham (Génesis 28:13,14). El Señor nuestro Dios nos ha prometido cielo nuevo y tierra nueva, nos ha prometido moradas eternas que Jesús fue a preparar para cada uno de nosotros, también nos prometió una ciudad celestial, la nueva Jerusalén; es más, la Biblia dice que "cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido a corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1ª de Corintios 2:9), o sea, que no hay punto de comparación entre las promesas hechas a los patriarcas y las hechas a nosotros. Si los que recibieron promesas temporales de parte del Señor respondieron con una conciencia de un diezmador, ¿no deberíamos hacer lo mismo nosotros siendo que las promesas dadas son eternas? La conciencia de un diezmador permite ver en los diezmos la libertad que nos ha dado el Señor, además de vivir una eternidad más allá de la muerte. El diezmo es una mínima parte que se debe dar al Señor por tanta bendición que cada día nos entrega.

2.   EN LA LEY
Sus prescripciones fundamentales:
Se debía diezmar de todo cuanto el israelita recibiera, del fruto de la tierra, de los animales e incluso del fruto de los árboles; reconociendo así que todo lo que hemos recibido viene de Dios y nada podemos tener a menos que venga de su mano. En caso de que un judío quisiera retener algún producto en particular de su cosecha debía entonces dar el equivalente monetario y añadirle una quinta parte de ese valor al total, no así de los animales que no podían ser rescatados. (Lv 27:30-33).
Este diezmo sería usado para alimentar a los que servían en el ministerio del tabernáculo de reunión y posteriormente el templo. “Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión” (Nm 18:21). Esta era la manera adecuada que Dios proveyó para que fuesen sustentados los que por su ocupación espiritual y por reclamo divino no disponían de otro tiempo para tener haciendas, cosechar frutos, o criar ganado. Este diezmo que recibían era la remuneración por el servicio que prestaban a Jehová. “Y lo comeréis en cualquier lugar, vosotros y vuestras familias; pues es vuestra remuneración por vuestro ministerio en el tabernáculo de reunión” (Nm 18:31). Dios entregó en Deuteronomio 12:19 una solemne advertencia a los israelitas sobre no descuidar la atención a los levitas. Sin embargo, no siempre se obedeció a Dios en este aspecto con puntualidad. En las ocasiones que la nación olvidó el cuidado de los que ministraban en las cosas sagradas vino la decadencia y el descontento de Dios hacia la nación. Cuando este mandamiento era desoído Dios siempre mostraba su reproche ante la avaricia y el egoísmo de su desobediente pueblo (Mal 3:8-9). En tiempos de Nehemías fue tan descuidada la nación en este menester que los levitas tuvieron que abandonar el servicio en la casa de Dios e irse a labrar la tierra y ganar dinero en cualquier forma para no morir de hambre, suceso que Nehemías reprendió oportunamente (Neh. 13:10-12). Reunió luego a los levitas y los colocó en sus respectivas funciones. Ezequías hizo lo mismo en su reinado y gracias a esta y otras reformas, el pueblo experimentó un despertar espiritual como desde los días de Salomón no vivían.
El diezmo también cubría las necesidades de viudas, huérfanos, extranjeros y pobres (Dt 14.28-29).
Los levitas al recibir el diezmo, debían apartar la décima parte del mismo y presentarlo a Dios como una ofrenda mecida. Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos. Y se os contará vuestra ofrenda como grano de la era, y como producto del lagar (Nm 18.25-27).
Además de diezmar con fidelidad, los israelitas debían participar de la adoración a Dios y el sistema cultual operante con distintos tipos de ofrendas. Las ofrendas expiatorias (Lv 6.6-7), La ofrenda por el pecado (Lv 5.6-13), el holocausto (Lv 1; 6.8-13), la oblación (Lv 2) y las ofrendas de paz (Lv 3). Conjuntamente a estas ofrendas preordenadas meticulosamente, los israelitas debían entregar las primicias de sus cosechas, de su lana y de su aceite para mantenimiento de sacerdotes y levitas (Deuteronomio 18.4). De igual forma, seis años labraría la tierra y el séptimo la dejaría libre al igual que su viña y su olivar para que comieran los pobres y se alimentaran las bestias (Ex 23.11). No debía recoger las espigas que los cosechadores dejaran al segar los campos, ni recoger los frutos caídos de sus viñas, para los pobres y los extranjeros se dejaría (Lv 19.10). Podía ofrecer también ofrendas voluntarias al Señor (Lv 22.18-23)
Todo esto pudiera en un principio parecer agravante a nuestros ojos, pero alguien que vivió bajo la ley y practicó cuidadosamente cada detalle aseguró: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Sal 37:25). También el hombre más sabio de la tierra, quien le tocara vivir en tiempos de la ley dijo: “Jehová no dejará padecer hambre al justo” (Pr 10:3).
Las prescripciones sobre el diezmo buscaban perfeccionar el temor a Dios (Dt 14:22-23) quien es dador de toda buena dádiva. El cumplimiento de las mismas atraería bendiciones que aventajarían largamente la dádiva del oferente o del diezmador (Mal 3:10-12). Eran mandamientos que propiciaban una cobertura para la gratitud y la generosidad que daba lugar al buen funcionamiento de la nación de Israel en los aspectos religiosos y sociales.
Estas ordenanzas respecto al diezmo tenían además, un propósito futuro que nos alcanzaría a nosotros. Romanos 15:4 nos dice: “Todo lo que está escrito en la Biblia es para enseñarnos. Lo que ella nos dice nos ayuda a tener ánimo y paciencia, y nos da seguridad en lo que hemos creído”. Mediante la lectura de pasajes como Lv 3; 5:6-13; 6:6-7; 27:30-33; Nm 18:21; y Dt 14.28-29 la iglesia debiera aprender y consolidar un ánimo dadivoso y una voluntad generosa a favor de la obra de Dios. (Véase también las declaraciones de Pablo en 1 Co 9.8-10).


II. EN EL NUEVO TESTAMENTO
El diezmo aparece ocho veces en el Nuevo Testamento, siempre en un contexto ilustrativo o histórico (Mt 23:23; Lc 11:42; Lc 18:12; Hb 7:2,5,9), nunca como una ordenanza específica para la iglesia. Esto no infiere necesariamente que se ha de abolir, por el contrario, todo cristiano debiera con alegría y total fidelidad participar en el mantenimiento de la obra del Señor, no con la décima parte de sus entradas sino con mucho más.
Ciertamente son muchos los que sostienen que no se debe diezmar. Creen encontrar un argumento cuando aseguran que el diezmo pertenece a la ley. Pero hemos visto que cuatro siglos antes ya nuestro padre Abraham en la fe y otros patriarcas diezmaban con solicitud. La ley no introdujo el diezmo, solo legisló sobre él para el pueblo de Israel. Si decimos que no debemos diezmar hoy porque la ley hace alusión al diezmo, podríamos decir que no debemos casarnos hoy porque la ley de Moisés también legisla en este respecto.
JESUCRISTO EN SU MAGISTERIO TERRENAL NUNCA ATACÓ LA ENSEÑANZA DEL DIEZMO, lo que censuró fue la inadecuada prominencia que los fariseos le habían dado sobre otros requerimientos divinos más importantes como lo son: la justicia, la misericordia, y la fe. Esto lo demuestra Jesús en Mateo 23.23 al sentenciar en la última oración de este versículo: “Esto era necesario hacer [la justicia, la misericordia, y la fe], sin dejar de hacer aquello” [diezmar].
Los que reclaman que debemos dejar de diezmar porque estamos bajo la gracia y no bajo la ley debieran reflexionar que si el judío bajo la ley daba el diez por ciento de todos sus ingresos con acción de gracias, ¿cómo el cristiano bajo la gracia que ha recibido todos los beneficios del nuevo pacto sellados con la muerte de Cristo no va a entregar para la obra del Señor, no el diez por ciento, sino mucho más? El estilo de vida de dar del judío bajo la ley no debiera ser algo que desechemos como ritualista y caduco, mas bien, debiéramos imitar y sobrepasar con creces su acción por cuanto estamos bajo una dispensación más excelente.



En el Nuevo Testamento se nos insta a dar. Se prescriben actitudes para hacerlo (2 Co 9:6-7), pero nunca se limita la forma en que se puede dar. Entregar la décima parte de todas nuestras entradas forma parte de la herencia histórica espiritual que nos legó nuestro padre Abraham; imitar esta acción no sería más que una de las tantas formas de cumplir el mandamiento de Jesús de dar (Lc 6.38) (Hech 20.35). Nadie tiene el derecho de estorbar a un creyente que con gratitud y generosidad quiera diezmar, traer primicias de su cosecha u ofrendar para el Señor.
Intentar mutilar la enseñanza del diezmo para nuestros días, sería desproveer a la iglesia de una cobertura para sustentar la obra de Dios y para expresar la gratitud por lo mucho que hemos recibido del Señor.
La avaricia, la incredulidad y no el apego a las enseñanzas del Nuevo Testamento son las razones que mueven a algunos a despreciar el diezmo como una forma adecuada, aprobada y funcional para honrar a Dios (Pr 3.9) y sustentar la obra del Señor.
El dar, sea en la forma que se haga (entiéndase diezmos, ofrendas, primicias) como cualquier otra actividad dentro del cuerpo de Cristo se hará en una actitud de fe (Ro 14:23) y teniendo en cuenta, no un mandamiento Antiguo Testamentario, sino el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo quien por amor a nosotros se hizo pobre (2 Co 8:9). Esto es mucho más exigente que una ley escrita.
Dar fielmente para la obra de Dios es además, prueba de nuestro amor por su obra . “No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro” (2 Co 8:8). Dar es un privilegio no una carga (2 Co 8:4). Diezmar en la obra de Dios no es una ordenanza legalista, sino una oportunidad hermosa para servir a Dios y a los santos.
Los siervos de Dios, al igual que los levitas de antaño, necesitan que se les sostenga para ocupar su mayor tiempo en los negocios del Padre Celestial (1 Co 9:7). Esto, además de ser una necesidad, es un mandamiento de nuestro Señor Jesucristo: “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (Corintios 9:14). Cuando el cuerpo de Cristo cuida con fidelidad de sus ministros obedece a Dios y procede con sensatez: Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros ( 1 Corintios 9:11). La historia ha demostrado que cuando la iglesia por pobreza o por falta de visión no crea un sostén adecuado a sus ministros, consigue que halla falta de eficacia y presteza en el servicio a Dios de parte de los que presiden.
Colaborar con nuestros recursos para las necesidades del pueblo de Dios nos certifica una recompensa en los cielos (Lucas 18:22). Dejar de dar para la obra de Dios mediante nuestros diezmos y ofrendas, si bien no acarreará una maldición sobre nosotros como en días del Antiguo Testamento, si traerá una pérdida de recompensa (2 Co 9.6,10). Muchos son los que han dejado de hacerse tesoros en los cielos (Mt 6.19-21) por darle lugar a la incredulidad y a la avaricia que es idolatría.
Lo que si es claro que una actitud de avaricia se puede conducir al infierno (1 Corintios 6:10).
Faltar al mandamiento de Jesús de dar para el reino, es un acto de ingratitud y desamor por la obra del Señor. Los que quieren medrar nuestra generosidad y agradecimiento a Dios sugieren que abandonemos la práctica del diezmo que tanto bien le ha hecho a la iglesia durante veinte siglos. Desoigamos estos reclamos.
Nuestra Organización en Cuba, en conformidad con lo que enseña el Nuevo Testamento referente al dar, a entendido como convenientes medios de ingreso para el mantenimiento de la obra en general, los diezmos y las ofrendas. De igual forma aprueba cualquier otra manera de cooperación como lo son las primicias y donativos materiales que sean ofrecidos voluntariamente.
CONCLUSIONES
La ley de Moisés no introdujo la enseñanza sobre el diezmo en la Biblia; ya los patriarcas diezmaban con gratitud, aún antes de que existiera propiamente la nación de Israel. Luego la ley ratificaría y legislaría sobre el diezmo, pero nunca fue ella la primera en enseñarlo.
Las prescripciones sobre el diezmo tenían un doble propósito. El primero tenía que ver con la nación israelita en su medio religioso y social. El segundo tenía un alcance futuro, el de consolidar en el cuerpo de Cristo un ánimo dadivoso y una voluntad generosa a favor de la obra de Dios.
El diezmo aparece ocho veces en el Nuevo Testamento, siempre en un contexto ilustrativo o histórico (Mt 23:23; Lc 11:42; Lc 18:12; Hb 7:2,5,9), nunca como una ordenanza específica para la iglesia. Esto no infiere necesariamente que se ha de abolir, por el contrario, todo cristiano debiera con alegría y total fidelidad participar en el mantenimiento de la obra del Señor, no con la décima parte de sus entradas sino con mucho más.
Si decimos que no debemos diezmar hoy porque la ley hace alusión al diezmo, tendríamos también que decir que no debemos casarnos hoy porque la ley legisla en este respecto.
Jesucristo en su magisterio terrenal nunca atacó la enseñanza del diezmo.
Intentar mutilar la enseñanza del diezmo para nuestros días, sería desproveer a la iglesia de una cobertura para sustentar la obra de Dios y para expresar la gratitud por lo mucho que hemos recibido del Señor.
El estilo de vida de dar del judío bajo la ley no debiera ser algo que desechemos como ritualista y caduco, mas bien, debiéramos imitar y sobrepasar con creces su acción por cuanto estamos bajo una dispensación más excelente.
Entregar la décima parte de todas nuestras entradas forma parte de la herencia histórica espiritual que nos legó nuestro padre Abraham; imitar esta acción no sería más que una de las tantas formas de cumplir el mandamiento de Jesús de dar (Lc 6:38; Hch 20:35).
En el Nuevo Testamento se nos insta a dar. Se prescriben actitudes para hacerlo (2 Co 9:6-7), pero nunca se limita la forma en que se puede dar.
El dar, sea en la forma que se haga (entiéndase diezmos, ofrendas, primicias) se hará teniendo en cuenta, no un mandamiento Antiguo Testamentario, sino el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, quien por amor a nosotros se hizo pobre (2 Co 8:9). Esto es mucho más exigente que una ley escrita.
Dar fielmente para la obra de Dios es prueba de nuestro amor por su obra.
Los siervos de Dios, al igual que los levitas de antaño, necesitan que se les sostenga para ocupar su mayor tiempo en los negocios del Padre Celestial (1 Co 9:7).
Diezmar en la obra de Dios no es una ordenanza legalista, es una oportunidad hermosa de servir a Dios y a los santos.
Dejar de dar para la obra de Dios mediante nuestros diezmos y ofrendas, si bien no acarreará una maldición sobre nosotros como en días del Antiguo Testamento, si traerá una pérdida de recompensa (2 Co 9:6,10).

Los que quieren medrar nuestra generosidad y agradecimiento a Dios sugieren que abandonemos la práctica del diezmo que tanto bien le ha hecho a la iglesia durante veinte siglos. Desoigamos estos reclamos.

domingo, 14 de enero de 2018

EL COSTO DEL DISCIPULADO Texto: Lucas14:25-35

INTRODUCCION.
En V.25 dice que grandes multitudes iban con el, eso no quiere decir que la multitud era sus discípulos, mucha gente sigue al Señor, pero no quiere comprometerse. El discípulo es compromiso con el Señor.
LAS DEMANDAS DEL DISCIPULADO (V.25-27)
1.  Aborrecer a sus seres amados. Aquí el aborrecer se traduce como el amar menos; eso quiere decir que nuestro amor a Dios no puede compararse con el amor a nuestras familias. (Mateo 10:37)
2.  Aborrecer su propia vida. Aun el amor a nuestra vida no puede comparase con el amor a Dios (Juan 12:25)
3.  Llevar su cruz. Antiguamente cuando una persona era condenada a morir en la cruz se le obligaba a llevar su cruz, cuando esto sucedia el preso ya no tenia anhelos ni voluntad, su voluntad le pertenecia a Roma. De la misma manera tomar nuestra cruz cada dia  es morir a nuestros anhelos y deseos para hacer la voluntad de Dios.
LA PERSEVERANCIA DEL DISCIPULADO (V.28-30)
1.  El seguir a Cristo es hasta el final. Cuando el Señor Jesus habla de calcular los gastos para edificar una torre, en si se esta refiriendo a calcular tus gastos si vas al continuar siendo un discípulo de Cristo hasta el final. (v.28)
2.  El seguir a Cristo hasta la mitad, es dar mal testimonio y permitiendo que se burlen de el y del Evangelio. Es como el que comienza a levantar una torre y lo deje a la mitad, muchos se burlen de el.
Muchos comenzaron siendo discípulo de Cristo, pero después volvieron atraz, ahora son burla en el mundo.(v.29-30)
LA PELEA DEL DISCIPULADO (V.31-32)
1.  El discípulo tiene que pelear sin considerar al enemigo. La aplicación del ejemplo de Jesus es adversativa, quiere decir que el creyente no tiene que considerar al enemigo para pelear, la palabra nos manda a pelear y punto.
Pablo nos dice que no tenemos lucha contra sangre y carne, sino…. Eso quiere decir que tenemos lucha. (V.31)
2.  El discípulo no tiene que rendirse. Aquí un rey se rinde antes de pelear, pero el discipulo de Cristo nunca tiene que rendirse.(V.32)
 LA RENUNCIA DEL DISCIPULADO (V.33-35)
1.  El discípulo tiene que renunciar por Cristo a las cosas materiales
·       La renuncia que exige el Señor es en nuestro corazón.
·       El Señor en una ocasión le dice a un joven rico que venda todo lo que tiene y le de a los pobres, estaba probando que había en su corazón, y lo que encontró fue que el Señor dinero gobernaba su corazón (Mateo 6:24)
·       La avaricia es Idolatría, porque haces del dinero tu Dios, y dejas de lado a Cristo (Colosenses 3:5)
·       Donde esta vuestro tesoro ahí también estará vuestro corazón. (Mateo 6:21)

·       El discípulo es comparada con la sal, ahora el Señor habla de la sal insípida, creo que se refiere a aquellos discípulos que vuelven atrás, ese creyente ya no sazona porque da mal testimonio. El Señor dice que ya no es útil y es arrojada, eso quiere decir que el discípulo que retrocede pierde la salvación. (Hebreos 10:38)